TROPICARIOS

Photodiaries of a Tropical Expedition

Photography became an art by placing its particular techniques in the service of this dual poetics, by making the face of anonymous people speak twice over as silent witnesses of a condition inscribed directly on their features, their clothes, their life setting; and as possessors of a secret we shall never know, a secret veiled by the very image that delivers them to us.

- Jacques Rancière

Understanding the work of Paloma Castello requires some sensitivity. Her images give us a glimpse of spaces unfamiliar to the viewer: scenes from her own world, which although anchored in objective reality, are nurtured by creatures and colors that dwell in the interstices of her consciousness. A frequent starting point in the artist's creative process is, undoubtedly, the content of her journals which, in one way or another, are a kind of catharsis for the combined experiences and dreams that evoke her particular manner of interpreting and feeling in reality.

Similar to the travel logs of the ancient explorers, in her diaries Castello portrays the landscapes and settings witnessed during several visits to the Colombian tropics, along with texts that describe what she saw and experienced there. Unconcerned with producing a reliable account of the places visited, these journals are instead a cartographic guide to the artist’s sensations in those places. Unable to separate the experience from what is perceived, her lens becomes a true superposition of imagination and reality.

Cowboys, dinosaurs, cars, surfers, mountains, stones, palm trees... At first glance, these elements don't seem to have much in common, but as one's gaze delves deeper into the details it is possible to step inside a universe that seems nearer. The protagonists come alive and the separate elements form part of a nature suggesting autonomy, as if these landscapes or scenarios actually existed and had been photographed.

The work of Castello is perhaps closer to what Rancière calls a "hyper-resemblance" in his book The Destiny of Images: "Hyper-resemblance is the original resemblance, the resemblance that does not provide the replica of a reality but attests directly to the elsewhere whence it derives." In this case, the place is internal and doesn’t correspond to any specific geographical location, because the images comprising Tropicarios constitute a record made by the only possible witness of these realities: the artist.

And so, the concept of developing –which has always been present in the photographic image– acquires a new twist. It is not a question of "developing" or revealing the objective reality of the world by capturing details that escape the naked eye; neither does it pretend to represent some elusive dream-reality. Rather, it could be said that these works are a kind of augmented reality in which it is possible to perceive aspects of the observer and the observed, which merge in an amalgam that resonates in the viewer.

This direct connection between the work and the person viewing it is increasingly scarce in the vortex of images that abound in all forms of media, and in artistic circuits, where often visiting an exhibition is more like zapping than a contemplative exercise.

In opposition to these trends, Paloma Castello's Tropicarios is an invitation to experience a space in which the fiction and memories of the tropics blend together to create a personal approximation between our own fictions and those of the artist.

Returning to Rancière: "This hyper-resemblance is the alterity our contemporaries demand from images or whose disappearance, together with the image, they deplore."  Which, of course, ratifies the fact that in Castello's photography there is no possibility of disappointment or anything to be regretted.

Carolina Rodríguez, artist and independent curator

Exhibited at / Expuesto en:

Aurora Espacio para el arte y el diseño, Bogotá, Colombia.

Fotodiarios de una expedición tropical

La fotografía se ha convertido en arte al poner sus propios recursos técnicos al servicio de esta doble poética, al hacer que el rostro de los anónimos hable dos veces, como testigo mudo de una condición inscrita directamente en sus rasgos, sus costumbres y su entorno, y como poseedores de un secreto que no sabremos jamás, un secreto guardado por la misma imagen que nos lo entrega.

-Jacques Rancière.

Comprender la obra de Paloma Castello requiere de cierta sensibilidad. A partir de sus imágenes deja entrever espacios desconocidos para el espectador: escenas de su propio mundo que, aunque anclado en la realidad objetiva, se alimenta de criaturas y colores que viven en los intersticios de su conciencia. Un punto de partida frecuente en el proceso creativo de la artista es, sin duda, el contenido de sus diarios de viaje que, de una u otra manera, resulta ser una especie de catarsis para esa combinación de experiencias y ensoñaciones que evocan su manera particular de interpretar y sentirse en la realidad.

De manera similar a las bitácoras de viaje de los antiguos exploradores, Castello plasma en su diario los paisajes y escenas de varias visitas al trópico colombiano, junto con textos que describen lo que vio y experimentó allí. Sin el objetivo de realizar una reseña fidedigna de los lugares presenciados, estos diarios son más bien una guía cartográfica de las sensaciones experimentadas por la artista en dichos lugares. Incapaz de separar la vivencia de aquello que se percibe, su lente resulta una auténtica superposición de imaginación y realidad.

Vaqueros, dinosaurios, coches, surfers, montañas, piedras, palmeras... A simple vista, estos elementos no parecieran tener mucho en común, pero a medida que la mirada ahonda en los detalles es posible adentrarse en un universo más cercano. Los protagonistas cobran vida y todos los elementos hacen parte de una naturaleza que sugiere cierta autonomía; como si estos paisajes o escenarios en realidad existieran y hubieran sido fotografiados.

Quizá la obra de Castello esté cerca de lo que Rancière llama «archi-semejanza» en su libro El destino de las imágenes: «La archi-semejanza es la semejanza originaria, la semejanza que no otorga la réplica de una realidad, sino que da testimonio de inmediato de ese lugar otro del que proviene». En este caso, ese lugar es interno, no corresponde exactamente a una ubicación geográfica determinada, pues las imágenes que componen Tropicarios constituyen un registro elaborado por el único testigo posible de estas realidades: la artista.

De esta manera, el concepto de revelado —que siempre ha estado presente en la imagen fotográfica— adquiere un nuevo giro. No se trata de revelar la realidad objetiva del mundo captando detalles que se escapan a la vista desnuda del ojo, y tampoco pretende representar alguna realidad onírica elusiva. Más bien, se podría decir que estas obras son una especie de realidad aumentada, donde es posible percibir aspectos del observador y de lo observado que se funden en una amalgama que resuena en el espectador.

Esta conexión directa entre la obra y quien la aprecia es cada vez más escasa dentro de la vorágine de imágenes que abundan en todos los medios de comunicación y también en los circuitos artísticos donde, en muchos casos, visitar una exposición se asemeja más al zapping que a un ejercicio contemplativo.

En oposición a dichas tendencias, Tropicarios de Paloma Castello invita a experimentar un espacio en el que la ficción y los recuerdos del trópico se mezclan para propiciar un acercamiento íntimo entre nuestras propias ficciones y las de la artista.

Retomando a Rancière: «Esta archi-semejanza es la alteridad que nuestros contemporáneos reivindican a favor de la imagen, o bien lamentan que se haya desvanecido junto con ella». Lo cual ratifica que en el caso de la fotografía de Castello no cabe la posibilidad de decepción ni habrá de qué lamentarse.

Carolina Rodríguez Artista y curadora independiente.

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